Los mexicanos somos tan fiesteros y alegres, que hasta la muerte nos causa risa, bueno por lo menos un día al año.
Los seres humanos siempre han tenido un respeto especial hacia la muerte porque casi todas las culturas y religiones creen en la vida después de la muerte y en un espíritu que representa a cada persona que fallece, pero sin duda, es en México en donde la celebración se convierte en una de las principales conmemoraciones del año y en donde las tradiciones de miles de años siguen vivas.
Pero, hagamos un poco de historia, para ver de dónde viene esta celebración.
En las culturas prehispánicas, creían que una vez al año, los dioses permitían a los muertos visitar a sus familiares vivos, y que había de esperarlos con todo un festejo. Además, observaron que en el lugar en donde enterraban a los muertos y colocaban ofrendas, la tierra era más fértil, por lo que estaban seguros que la madre tierra les agradecía la ofrenda, con mejores cosechas.
Los Aztecas, establecieron una fiesta dedicada a los difuntos, que se relacionaba con su calendario agrícola cuando iniciaba la cosecha, durante los meses ochpaniztli y teotleco, que era a fines de octubre y principios de noviembre.
Durante esta celebración colocaban una ofrenda a los dioses domésticos llamados Manes, y sobre la tumba de los muertos, ponían petates, comida, objetos personales e instrumentos y decoraban con flores, ollas, collares y otros objetos. De ahí surgió la tradición de colocar ofrendas los muertos.
En Europa, la celebración del día de muertos, dentro de la religión católica empezó en el año 998, cuando San Odilón, instituyó el 2 de noviembre como la fiesta de los "Fieles Difuntos de la Iglesia Católica”, uniendo esta fecha a las del día de Halloween y Todos los Santos que también se relacionan con los difuntitos.
Durante la época de la Colonia, los frailes españoles, quisieron prohibir las celebraciones de los indígenas, pero como no pudieron, decidieron unir las ideas y así la ofrenda se convirtió en un “altar”, en donde se colocaba también la imagen de algún santo católico.
Esto agradó mucho a la gente, que no quería abandonar sus costumbres y fiestas y por eso ahora la fiesta del día de muertos es una mezcla de ritos religiosos, con cultos y mitos paganos de nuestros antepasados.
Gracias a esto, el 2 de noviembre, la “calaca", la “muerte”, la "flaca", la "huesuda", la "dentona" o la "parca" festejan su día y son las protagonistas de las procesiones, comidas y misas, en las que se combinan la alegría, el llanto y las leyendas, pero sobre todo, en donde se unen las familias en un lugar muuuuuy especial: el panteón.
Aunque cada región tiene su forma especial de festejar, existen elementos que son comunes en todo México, como: la visita al panteón, el altar u ofrenda para el difunto, las calaveritas de azúcar, el papel picado para decorar, el pan de muerto, los tamales y la flor mexicana llamada cempatxóchitl.
Durante la visita al cementerio, los familiares llevan la fotografía del difunto, su comida y bebida preferida. Lavan las tumbas y las decoran con flores y velas. Muchas familias pasan la noche completa y alegran el ambiente con música de mariachis.
Entre la comida no faltan los tamales, el mole, el arroz a la mexicana, el pipián, las tortillas, el pan de muerto, dulces, frutas, vegetales, bebidas como aguardiente o pulque y café endulzado con piloncillo. Si el difunto era niño, le llevan juguetes de madera especiales de la época, alfeñiques (pasta de azúcar) y dulces.
Muchas velas son encendidas para alumbrar el camino de las almas, mientras que las campanas de las iglesias tañen tristemente, anunciando su llegada, al mismo tiempo que un fuerte olor a incienso, flores y comida inunda el ambiente sepulcral.
El festejo empieza desde la noche del 27 de octubre para el 28 recibir aquellos seres queridos que fallecieron en un accidente o fueron asesinados , a este día se le conoce como el día de los mártires , posteriormente , en la madrugada del día 1° llegan las almas de los “muertos chiquitos”, o sea los niños y niñas y en la madrugada del día 2 se recibe a los muertos adultos quienes a las 12 del día y al compás de 12 campanadas se retiran a su morada perpetua.
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