Carta a un Rehén

En todos los lugares y épocas del mundo hemos sido rehenes de fascistas que absolutizan nuestro modo de vivir, provocando que el ser humano viva sin conciencia ni pertenencia a la fraternidad que nos vincula con el prójimo.

Hoy en día, en la lucha por alcanzar la libertad de expresión y el derecho a obtener una identidad propia, vamos reflexionado sobre cómo nos reconocemos los unos en los otros a partir de nuestras vivencias, dándonos cuenta que más allá de nuestras diferencias ideales y sociales, poco a poco nos vamos convirtiendo en peregrinos y compañeros de viaje que caminamos hacia una verdad ineludible

"Somos, los unos para los otros, peregrinos que a lo largo de caminos diversos penamos con destino a la misma cita"

Esta semana quiero compartirles , este pequeño libro escrito por Antoine de Saint-Exupéry, mismo creador de la historia “El Principito”, el cual nos relata en Carta a un rehén tres vivencias de amistad, unión y respeto del hombre por el hombre a pesar de sus diferencias

Si difiero de ti, lejos de menoscabarte, te engrandezco, Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas las que te informaron acerca de lo que soy, sino que la aceptación de quien soy te ha hecho, necesariamente, indulgente para con esas andanzas y esas fórmulas. Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy.

Aquí les presento una parte de esta gran obra:


Para nosotros, que nos educamos en el culto del respeto por el hombre, pesan gravemente los simples encuentros que tienen lugar a veces, en fiestas maravillosas...

¡Pero qué parentesco tan extraño es éste que se funda en el futuro y no en el pasado, en el fin y no en el origen! Somos, los unos para los otros, peregrinos que a lo largo de caminos diversos penamos con destino a la misma cita.

Por esta razón, amigo mío, tengo tanta necesidad de tu amistad. Tengo sed de un compañero que respete en mí, por encima de los litigios de la razón, el peregrino de aquel fuego. A veces tengo necesidad de gustar por adelantado el calor prometido, y descansar, más allá de mi mismo, en esa cita que será la nuestra.

¡Estoy tan cansado de polémicas, de exclusividades, de fanatismos! En tu casa puedo entrar sin vestirme con un uniforme, sin someterme a la recitación de un Corán, sin renunciar a nada de mi patria interior. Junto a ti no tengo ya que disculparme, no tengo que defenderme, no tengo que probar nada. Como en Tournus, hallo la paz. Más allá de mis palabras torpes, más allá de los razonamientos que me pueden engañar, tú consideras en mí simplemente al Hombre, tú honras en mí al embajador de creencias, de costumbre, de amores particulares. Si difiero de ti, lejos de menoscabarte, te engrandezco. Me interrogas como se interroga al viajero.

Yo, que como todos, experimento la necesidad de ser reconocido, me siento puro en ti y voy hacia ti. Tengo necesidad de ir allí donde soy puro. Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas las que te informaron acerca de lo que soy, sino que la aceptación de quien soy te ha hecho, necesariamente, indulgente para con esas andanzas y esas fórmulas. Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy. ¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga? Si recibo a un amigo en mi mesa, le ruego que se siente, si renguea, no le pido que baile.

Amigo mío, tengo necesidad de ti como de una cumbre donde se puede respirar. Tengo necesidad de acodarme junto a ti, unas vez más a orillas del Saona, sobre la mesa de una pequeña hostería de tablones desunidos, y de invitar allí a dos marineros en cuya compañía brindaremos en la paz de una sonrisa semejante al día.

Si todavía combato, combatiré un poco por ti. Tengo necesidad de ti para creer mejor en el advenimiento de esa sonrisa.

                                                                                                   Saludos ... José Zitle

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